Anecdotario del Jefe

Relatos sabrosos e inverosímiles del Gran Jefe

Friday, December 08, 2006

1985, Viña del Mar: La Luz al Final del Túnel

Hace muchos años, en Viña del Mar ocurrió una tragedia. Específicamente en Reñaca. La causa fue un aluvión en el estero del mismo nombre. Como consecuencia del temporal de viento y lluvia que azotó la ciudad, además de la acumulación de basura y escombros, se formó un dique en las quebradas superiores que alimentan el estero, el cual vierte sus aguas en el mar.

Producto de este aluvión que arrasó los bordes y calles aledañas al estero, mi cuñado Italo Bavestrello, que tenía unas cabañas en la calle Balmaceda, paralela al estero, se vio afectado por el agua y el barro, el cual llegó a la altura de las ventanas. Una semana después de esta tragedia, fui con mi señora, con mi hijo Alejandro y un amigo de él, para ayudar a despejar el barro y limpiar el patio. Terminada la jornada en la tarde, poco antes de ponerse al sol, regresamos a nuestra casa en Valparaíso. Al salir por el puente Reñaca, camino hacia Las Salinas, mi señora me pide que me detenga un rato al costado del camino para bajar un rato a la playa las Cañitas, que estaba unos 30 metros más abajo. Era una tarde muy agradable, no corría viento y el mar estaba tranquilo y sereno.

Mi señora bajó a la playa acompañada de Alejandro y su amigo. Los muchachos corrían por la arena e intentaban subir a unas rocas, mi señora se quedó en la orilla vigilándolos. Como yo estaba un poco cansado, preferí quedarme en el auto. Pasaron algunos minutos y escuché los gritos de mi señora advirtiendo a los muchachos que bajaran de las rocas, las cuales quedaban cubiertas por el agua al reventar las olas que mansamente se retiraban sin peligro aparente. Sin ninguna razón salí del auto y, como no veía ni las rocas ni la playa, comencé a pensar en la desgracia que ocurriría si una ola más violenta y de mayor volumen de agua botase a los muchachos de la roca y en su retroceso los internara mar adentro.

Yo soy un pésimo nadador, por lo tanto me asusté y comencé a preocuparme. Se apoderó de mí una fuerte sensación de peligro. Algo me ordenaba que bajara a la playa rápidamente. No me explico porqué, pero comencé a caminar hacia donde sentía reírse a los muchachos. De pronto se produjo un silencio y mi angustia fue real. Comencé a correr hacia la playa sin ver ni escuchar nada. De repente sentí el grito angustiado y lleno de horror de Alejandro: “¡Papá, mi mamá se cayó al agua!”

Veo todo negro, corro desesperado los últimos metros. Salto a la playa y me dirijo hacia las rocas. Esto es lo que vi: en realidad no vi nada, ya que una ola mucho mayor había reventado sobrepasando las rocas y formando un torbellino de agua y arena llena de remolinos. Cuando la ola comenzó a recoger yo salté por intuición a una especie de poza que se había formado. Pasaron unos instantes y entre la espuma divisé el chaleco rojo que vestía mi mujer. Me agaché desesperado y, como pude, la tomé de la ropa y la levanté. En ese momento Alejandro saltó al agua y entre los dos la afirmamos hasta que recogió la ola y logramos sacarla del agua.

Regresamos caminando muy despacio por la arena y subimos el sendero que nos conducía al auto. No hablamos, todavía estábamos asustados y completamente mojados. Nos sacamos los zapatos llenos de arena, nos secamos un poco y emprendimos el viaje de regreso, que fue eterno. Por fin llegamos a nuestra casa, nos bañamos con agua caliente, nos cambiamos ropa seca y conversamos una y otra vez de lo que nos había sucedido. Nos contó mi señora que mientras estuvo sumergida, nunca sintió miedo ni dolor, por el contrario, sintió mucha paz y vió una luz celestial al final de un túnel por el cual ella viajaba. Pasaron muchos días en que dormir era una pesadilla; pero lo fuimos superando y ahora sólo es una anécdota que relato para ustedes.

Años después, el Dr. Andrés Barros, mi jefe y amigo, experto en asuntos paranormales, que conocía esta historia, publicó en el diario la Estrella de Valparaíso parte de esta anécdota. Un buen día, llegó a nuestra casa una periodista de TVN, del programa dirigido por Carlos Pinto: “El día menos pensado”. Quería entrevistar a mi señora por su experiencia cercana a la muerte.

En esta entrevista, mi esposa le relató a la periodista lo ocurrido aquella tarde el la playa las Cañitas. Cómo fue la experiencia de haber estado sumergida y sin poder respirar durante varios minutos; sin tener nunca miedo, ni la más leve sensación de pánico. Narró su viaje por un túnel muy hermoso, lleno de luz y música suave que invitaba a seguir por el cual se dejaba llevar llena de felicidad y una dicha inexplicable. Ella quería seguir hacia esta claridad maravillosa que había al final del túnel. Pero yo la rescaté regresándola a este mundo de penas y alegrías, de dichas y sufrimientos… Estaba escrito que ella no podía dejarnos todavía.

Mis hijos nunca hubieran sido los mismos sin el cariño, la fortaleza y la ayuda que ella siempre les ha brindado. Sin este pilar, nuestra familia se hubiera derrumbado.

La vida nos puso en este trance y todavía no me explico cómo sucedió. Lo más asombroso que recuerdo es que, pese a estar bajo el agua un instante, mi esposa nunca tragó agua ni se desesperó. Yo siempre le bajé el perfil a esta historia y nunca comenté lo ocurrido. Han pasado más de veinte años, creo que es el momento de contar esta extraña anécdota.

Gracias Ely por estar todavía con nosotros.

El Jefe

3 Comments:

  • At 10:51 AM, Anonymous Anonymous said…

    Saludos Padrino:
    Escalofriante relato,bonito gesto el suyo de darlo a conocer,varias personas han descrito esa experiencia en forma similar y es muy impresionante lo que visualizan en esos momentos.Gracias a Dios no fué una tragedia.

     
  • At 9:04 PM, Anonymous Anonymous said…

    jefe no tengo tu mail

    te envio a tu nieta aca


    ronmaster

    ttp://www.youtube.com/watch?v=KGWn_PMwOYQ

     
  • At 11:38 PM, Anonymous Anonymous said…

    Fuerte la historia, nos hace pensar en lo frágil que es la vida... sin embargo siempre esta Dios presente y nos da oportunidades y también nos hace valorar cuan importante es tener a nuestros seres queridos aún a nuestro lado, que más tarde o temprano tendremos que marchar...

     

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