Anecdotario del Jefe

Relatos sabrosos e inverosímiles del Gran Jefe

Saturday, July 26, 2008

Emily, la Gatita Extraviada


Después de la muerte de mi perro Bandido, quien me acompañó por más de 16 años, nunca pensé que volcaría mi afecto hacia otra mascota. Pero la vida nos tiene preparadas muchas sorpresas como la que a continuación les cuento:

Hace aproximadamente tres meses apareció en el antejardín de mi casa, un gatito muy hermoso con un lindo collar en el cuello. Lloraba en la puerta seguramente pidiendo un poco de comida y de afecto. Pensamos que el felino en cuestión pertenecía a una familia vecina que hace poco había llegado al barrio, pero por más que lo corríamos, a veces en forma no muy amistosa, el gato siempre regresaba a nuestra puerta. Todo ese tiempo el gato comía y tomaba leche que nosotros le dábamos. Por las noches dormía sobre un cartón que pusimos especialmente para él debajo del auto, pues se acostumbró a buscar refugio en este lugar cuando era perseguido por los perros callejeros del sector. Como todo no puede ser perfecto, el gatito comenzó a incomodarnos, ya que los señores que sacan la basura lo hacen dos veces por semana y al dejar la bolsa de la basura en un sitio elevado del antejardín encontré varias veces la bolsa rota, y los restos de basura esparcidos por el jardín y la entrada principal.

Comenzó entonces la guerra desatada contra el amigo gato, a quien varias veces sorprendí arriba de la bolsa de basura tratando de romperla. Sabiendo el terror que sienten los gatos por el agua, cautelosamente preparé la manguera del jardín, tratando de sorprender al gato. Tres o cuatro veces abrí rápidamente el paso del agua, siendo muy cuidadoso que el chorro principal pegara en cualquier parte y sólo algunos goterones salpicaran a nuestro asustado enemigo que saltaba despavorido hacia otra casa. Cada vez que recogía la basura desparramada y cambiaba la bolsa, juraba que la próxima vez sí lo mojaría, pero nunca pude cumplir mi amenaza y opté por no sacar más la basura al jardín. Resignado traté de hacer amistad con el gato que, después de todo, era muy sumiso y regalón.

Con el paso del tiempo el gato se fue poniendo cada vez era más audaz y confianzudo. Subía al techo y bajaba al patio interior en busca de comida. Fueron muchas las veces que lo sorprendí durmiendo en mi sillón favorito, donde algunas veces tomo sol en las tardes. Fue tanta la confianza del gatito que una tarde entró al dormitorio principal y se instaló debajo de la cama, provocándole a mi señora una verdadera tragedia al no poder sacarlo debajo del catre. Tratamos de asustarlo con la escoba para hacerlo entender que esta no era su casa.

El gatito continuó con su rutina de maullar en mi puerta, mostrándose muy juguetón y tratando que lo adoptáramos. Algunas veces se colaba al comedor pero lo desalojábamos con la misma escoba porque estábamos convencidos que vivía en la casa de más arriba donde jugaba con unos niños de corta edad.
Una mañana de julio, mi señora conversaba con una vecina en la puerta de calle, cuando se acercó una joven señora de buena presencia preguntando por alguna casa en arriendo. La habían enviado desde la panadería del frente, ya que mi señora y yo llevamos viviendo aquí más de cuarenta años y podíamos tener alguna información al respecto. Al escuchar la voz de la señora, nuestro amigo gato salió intempestivamente de abajo de mi auto y se acercó a ella maullando. La señora sorprendida exclamó: “Se parece a Emily, mi gatita que hace tres meses perdimos al mudarnos desde Concepción al Cerro Esperanza”. Ante esta nueva intervención de la señora, el felino comenzó a ronronear y a dar vueltas alrededor de ella, demostrando gran emoción y felicidad.

Algo confundida por el parecido de este gato con su gata extraviada, la señora la observa con más atención y descubre que el collar que lleva es el de su gata y además, tenía la cicatriz en el lugar donde su gata había sido operada. Con lágrimas en los ojos, no paraba de decir “Emily, Emily...”. Sin poder contener la emoción, no se cansaba de bendecirnos por la atención que le habíamos brindado a Emily y nos comentaba lo alegre que estaría su pequeña hija quien había llorado muchos días pensando que jamás encontrarían a Emily, la pequeña mascota que tanto extrañaba.
Los gatos tienen alma al igual que nosotros, son seres inteligentes, que sienten, piensan y sufren. Son seres altamente evolucionados a los que hay que respetar y cuidar.
Analizando lo que pasó, me agobia una gran pena y sentimiento de culpa por no haber tratado de hacerle la vida más fácil a Emily, por no haberle brindado más cariño y atención a esta hermosa gatita. Ahora, a la distancia, Emily te pido disculpas y estoy seguro que me perdonarás por no haber sido más amable contigo. Deseo de corazón, que ahora que disfrutas la felicidad de estar con tus verdaderos dueños, tu existencia por siempre esté colmada de paz y tranquilidad.

Alejandro Martínez Rojas

2 Comments:

  • At 9:32 PM, Anonymous Anonymous said…

    yo cuando iba a ver a mis papas veia a la gata...era muy linda y se notaba que era de familia , me alegra que este bien ahora......grande papas!!!

     
  • At 1:38 PM, Anonymous Anonymous said…

    que hermosa historia!!

    es la misma gata que se acostaba en el diario mientras tu tratabas de leerlo?
    me llena de orgullo saber que provengo de una familia tan cariñosa y conciente de las cosas lindas de la vida!
    los quiero tatas!!
    Isabela y raimundo ( el bisnieto)

     

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